miércoles, 3 de abril de 2013

Espiral

Siempre me impacientó el cambio de pantalla.
Lo inevitable que queda por vivir.
Los últimos coletazos de los que se aferran a lo que está quedando atrás.
Coletazos inútiles, ruidosos, muy molestos.
Ante la intuición de lo nuevo, corremos a lo conocido, lo que ya está bien visto, lo que parece seguro.
El ser humano ante la novedad siempre da un paso atrás.
Vuelve a lo que ya conoce. 
Es una costumbre un poco fea. No hay nada inmutable, deberíamos probar otra cosa. Por ejemplo, ese paso atrás, quién sabe, tal vez puede aprovecharse para tomar perspectiva y luego, sin dudarlo, impulso.
Pero son los mismos que corren hacia atrás que los que no pueden soportar que en cambio otro, se adelante. Y tiran con todas sus fuerzas, intentando reafirmar una realidad que sus miedos han escogido. Vuelven con sus tópicos. Contagiándose entre ellos. Formando con sus cuerpos dinosaurios enormes que luchan unos contra otros o se reproducen, en un frenético, violento, baile destructivo. Zombis que andan patosos, pero muy a gusto con su personalidad compartida. No sé si me explico.
Es mejor no probar nuevas palabras, caminos nuevos. Es mejor quedarse dando tumbos en el lodo de un suelo que ya ha sido pisado millones de veces, rebautizarlo, revisitarlo, ponérselo encima como un disfraz. Es mejor eso que quedarse desnudo, hacer una pausa, mirar, pensar en lo que ha ido bien y en lo que no, reflexionar y sentarse un instante a preguntarse si aún quedan fórmulas. ¿Es mejor?
Es, simplemente.
Dos amigas que no se conocen me han dicho esta semana que las cosas giran en espiral. Todo es posible.
Buscar soluciones que puedan satisfacer tanto el hambre de los codiciosos como la vanidad de los ombligos. Estén en el lugar que estén de la famosa Pirámide social, o del complicado engranaje de la espiral cósmica.
Una solución que, si bien nunca será de la satisfacción del insatisfecho, bien pueda, por lo menos, asegurar un mínimo consenso. El debate es siempre necesario. Pero no es útil si no llega nunca a conclusiones.
Las masas, afectadas por una gestión nefasta, claman por la honestidad de sus representantes.
Y tienen derecho a hacerlo, y desde luego mucha razón.
Preguntarse por el sentido de la Democracia, el valor del dinero, no sé, cuestionarse si es apetecible ser representados,  si es factible mejorar las cosas de manera práctica, si se está o no en verdad de acuerdo con lo que se proclama, si se actúa en consecuencia, si el problema está en los bancos o en el total de la organización del sistema. 
Mirarse el ombligo, mirar el movimiento del Universo o lograr una visión global de la especie, de su organización y de su futuro. Las tres son posiciones la mar de decentes. Las tres a la vez ya es mucho pedir.




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