lunes, 13 de febrero de 2012

Grecia: La llama de la mutación

Ayer ardía Atenas. Lo vimos durante la reunión del Frente Sónico Futurista que hicimos en La Pau, en un bar con pantalla grande, en el que, momentos antes, habían estado emitiendo chirigotas. La vida es así de surrealista. Ángel anunciaba, agorero total: ¡preparáos, que es lo que nos va a tocar aquí dentro de nada! Y es probable, debido a los descarados e insultantes desmanes de los últimos meses, que cansan, indignan, que devastan el ánimo de la población. La emoción y la empatía desgarran cuando vemos que familias trabajadoras normales y corrientes han abandonado su conformismo habitual y se han lanzado a la calle a lo radical. Está claro que lo han hecho porque no ven otra manera. Y eso es lo triste, lo tristísimo, lo que me tiene con el corazón encogido. Que no encontremos otra solución que el fuego y la violencia. Que no nos den otra solución, que no nos dejen otra salida. Si se tiene la costumbre de usar el cerebro y la lengua como armas principales, llegar a las manos es algo que resulta primitivo. Pero si los argumentos, por muy razonables que sean, no encuentran más que un muro delante de sí, el ser humano revienta, se ciega y explota. Creo que la tristeza del pueblo griego es la tristeza de todo el planeta. Hemos delegado nuestras vidas y el avance de la civilización en manos de incompetentes, de corruptos, de egoístas, de estúpidos. Sí que dan ganas de partirles la cara. Pero eso tampoco soluciona nada. Ojalá el cabreo y el fuego asuste al Gran Jefe Mono. Ojalá el cabreo y el fuego sean sólo señales masivas, un grito que quiere ser oído, una petición que quiere ser correspondida. Si entramos en el juego de la sangre perderemos la vida. El enemigo es el Dinero, la avaricia, el poder. O se erradica eso, o siempre habrán nombres y apellidos contra los que golpearse.

¿Somos capaces de llegar a acuerdos, de proponer cosas, de equilibrar la balanza, de buscar soluciones factibles?, ¿a dónde tenemos que ir para restablecer la justicia? Parece que la población reclama que los Estados vuelvan a su origen. Que Atenas arda es muy simbólico. La gente quiere trabajo, vivienda, salud y alimento. La gente quiere que el Estado cuide de eso por ellos. Es bastante simple. Si el Estado se desvincula del mundo empresarial, deja de ser su esclavo, su representante, su títere. El Estado, si es esa la forma en la que la mayoría de la población humana desea delegar la organización colectiva, debería estar al margen y por encima de las empresas, radicalmente alejado de las religiones y totalmente desprovisto ya de ideologías atávicas que impiden la evolución espiritual, tecnológica, cultural y práctica de la especie humana.

Arde Grecia, arde la idea primigenia. Nuevas ideas y nuevas actitudes están saliendo ya de las cenizas. La unión, la honradez y la razón deben primar sobre la división por nimiedades, los intereses particulares y los extremos encendidos. Sólo así la mutación se hará en paz.

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