viernes, 20 de enero de 2012

LIBERTAD

Todo el mundo está triste por la defunción de Megaupload, la máxima expresión de la libertad cultural, la mejor biblioteca universal que tuvo jamás la humanidad a su disposición junto con otras platafromas de semejante servicio. Todo el mundo menos algún autorcillo que cree que haber vendido una vez entraditas de cine, estar metido hasta el tuétano en una indústria pasada de moda, y optar a algún premio cutre que organiza la misma, le convierte en un buen cineasta y en un terrícola con derechos especiales sobre las libertades conjuntas. Supongo que estos autorcillos creen que la gente se descargaba sus pelis, y ahora se frotan las manos pensando en la pasta extra que les caerá ahora. Pero en realidad nos hemos quedado sin el puente que nos permitía acceder a contenidos culturales que nunca vamos a ver en un cine, que podremos encontrar en algún videoclub por pura casualidad después de alguna odisea y que dificilmente podremos adquirir en una tienda: documentales que cuestionan el sistema, películas de Serie B y Serie Z, películas independientes de otros países, o películas ya viejas de esas que los yanquis tienen la puta manía de remakear convirtiéndolas en purés intragables de lo que un día fueron, y, LO MÁS IMPORTANTE, contenidos culturales (música, cine, etc) de propia producción ajena a cualquier indústria que cualquier terrícola tiene derecho a compartir con sus semejantes. Es, sin lugar a dudas, un complot asqueroso de una indústria que no solamente quiere hacernos comprar a un precio triplicado el producto que les interese vender si no que además no tiene NINGÚN interés en el arte, en la originalidad, en la diversidad y por supuesto, en la libertad. Las Leyes contra la libertad en la Red son uno de los mayores agravios por parte del mercado que hemos sufrido los seres humanos. Recuerden la historia de mi admirado Tesla: creó una energía inalámbrica gratuíta para todo el planeta, pero tenemos energía carísima, contaminante y de obsolescencia programada porque unos pocos quieren enriquecerse a costa de la mayoría. Los artistas que apoyan estas Leyes merecen ser ignorados y maltratados por el público. La indústria que está intentando, y logrando, subyugarnos y acotar nuestra imaginación merece ser de una vez por todas desterrada. Los derechos de autor no son más que una excusa para estúpidos y una estupenda estrategia legal para lograr la dominación total de los contenidos.

LIBERTAD DE EXPRESIÓN LIBERTAD DE INFORMACIÓN LIBERTAD DE RECEPCIÓN

¡LA RED SERÁ LIBRE!

martes, 17 de enero de 2012

CHICOS DUROS

La dureza en el carácter, rasgo envidiado e imitado, relacionada con la rebeldía es un arquetipo muy sobado. En el rocanrol, esa imagen icónica queda bien plasmada en el cine en los personajes interpretados por Marlon Brando en El Salvaje (joven motero de escasa actividad cerebral cuya preciosa estética rebelde se debe  al diseño de vestuario) y al mítico James Dean en Rebelde sin causa (encantador niñato perdido en la selva de la realidad). Si partimos de estos dos ejemplos podemos fácilmente observar que se trata de dos maneras de ejercer la rebeldía bastante chorras, pero que se han quedado para siempre en el subconsciente colectivo como arquetipos inconfundibles de cierta actitud peterpanesca. En la película Grease, la chica cursi, Sandy, se pasa al lado oscuro en cuanto se planta una chupa de cuero negra y unos pantalones de lycra estrechísimos, con lo que da a entender que por fin Dany podrá meterle mano en el coche del autocine. En El Salvaje también Brando y la chica del bar dejan claro que tienen dos maneras opuestas de amar. Y es que los chicos duros, pretenden, van con chicas casquivanas pero se enamoran de las mosquitas muertas. No falla. Así que desde mi punto de vista el tipo duro arquetípico es un hombre con serias dificultades a la hora de relacionarse de igual a igual con el sexo opuesto, muy pendiente de la estética y totalmente dependiente de sus amistades. O sea es una persona intelectualmente limitada y emocionalmente miserable.
En la vida real, el tipo duro se enrrolla con la chica buena y dulce que lo protege y lo guía por el buen camino, una madre, una buena ciudadana, que lo redime, que lo calma, que lo acoge, que, en principio, le quita las ganas de tirarse a las chicas malas de pantalones ajustados y escotes deslenguados. El tipo duro del rocanrol se pone una chupa de cuero, se cuelga una guitarra y vocifera un poco y se le abren las puertas de los locales y los oídos, convirtiéndose en alguien respetable aunque tenga una actitud más que conformista en el resto de su vida.

Me pregunto donde se encuentra con exactitud el imán, el innegable atractivo, que  la dureza ejerce sobre el rocanrol, sobre el mundo de la música underground. Una persona dura normalmente es alguien que las ha pasado putas en la vida y que ha aprendido a sobrevivir desarrollando un escudo protector bastante considerable que le aleja de los demás, una persona rebelde es alguien que no tiene miedo de experimentar y que es consciente y está orgullosa de haber elegido el lado menos fácil o más controvertido. Y esa actitud se traduce en gestos, en expresiones artísticas, estéticas y vitales. Parece que tener personalidad propia es lo atractivo. Y conseguirla es fácil: se trata de copiar el vestuario y las coletillas en el lenguaje, y, en el caso de la música, copiar algunas frases como eslóganes y algunos riffs o ritmos en concreto. Et voilà. El hombre duro está fabricado. Sale al escenario, escupe un poquito, y luego vuelve a casa con su mujer y su tele.

viernes, 13 de enero de 2012

Artistas

Para mí un artista no es más que un ser humano que trasciende la realidad usando materias a su alcance. Una vez escupida la obra, ese ser humano, seguramente mientras maquina la próxima, se sienta, ilusionado de manera infantil,  a esperar la respuesta de sus congéneres. Si no conmociona, golpea, afecta a los demás, el artista se pone muy triste. Porque aunque sus capacidades sean extraordinarias, en su fuero interno suele ser, arriesgándome a la generalización por la patilla y basándome en mis conocimientos circulares, una persona que necesita el aplauso que, como explicó Marvin Harris, no es más que la expresión no verbal de un abrazo. Es decir, el artista busca el gran abrazo, la aceptación, la aprobación, la certeza de que lo que ha parido va a ser amado por los demás. Y aunque los demás vean la obra como reflejo de la emoción propia, el artista espera que el público respete el origen, las manos que han moldeado lo admirado. Y ahí está el problema básico de la autoría. El artista suele ser orgulloso, exibicionista y bastante egocéntrico, características que, llevadas con humor, no son tan malignas si derivan en algo bello y disfrutable. El artista quiere vivir para siempre, ser inmortal, que sus obras le sobrevivan, porque no soporta morir, desaparecer, ser olvidado. Yo no creo en el artista como obrero. Un artista que se ve a sí mismo como un humilde trabajador es un farsante, en todos los sentidos. O simplemente es la pose que ha escogido para encontrar esa aprobación, para ser abrazado por quienes se ven reflejados en él. En esta sociedad mercantilista, el sustituto del abrazo es el dinero. Cuanto más recauda el artista, más público amante cree tener. Y eso es una mera distorsión.